Ejercicios de estilo (al estilo de Queneau)

Ejercicios de Estilo de Raymond Queneau.

Ahora nosotros…

RELATO

El cliente llevaba una gabardina gris y un sombrero. Traía un paraguas que no había abierto a pesar de que llovía a cántaros. El camarero, un joven un tanto atolondrado, lo miró con curiosidad y vio cómo se sentaba en la mesa que estaba más cerca de la ventana. El cliente no se  quitó la gabardina. Pidió un descafeinado al camarero. Éste le llevaba  el café en la bandeja cuando tropezó y cayó al suelo. El café salió volando y le cayó encima a la dama del vestido verde que estaba sentada en la barra.

(Pinchad arriba, en los Comentarios, si queréis leer los Ejercicios de Estilo de 2º A)

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  1. DISTINGUIDO

    Estaba yo tomándome un café, cuando entro por la puerta un señor tanto extraño que se sentó en la mesa mas lejana a mi. No se quito ni la gabardina gris que le cubría y pidió un café. Mientras el camarero se acercaba con el café en una bandeja de plástico, se me cayó encima manchándome todo el vestido, y seguidamente le di una gran bofetada en toda la cara.

  2. EL CAMARERO PATOSO
    Llevaba una gabardina gris y un sombrero, decidí entrar en un bar para secarme de la lluvia que caía, ya que no quería sacar el paraguas, porque lo tenia metido en una funda.
    Le pedí al camarero un descafeinado y ví que me miraba con una cara muy rara, ¿tal vez sería porque no me habí quitado la gabarina?, me pregunté. Cuando me fue a trer el cafe se tropezó con una silla y se cayó el suelo, y el café le cayó encima a una señora que estaba sentada en la barra y que tenía una vestido verde.

  3. AMANERADO:
    Un cliente de avanzada edad, piel tostada, ojos morenos cuales bellotas recien caídas del árbol, llevaba una larga y extravagante gabardina gris ocura. Este, también llevaba un extraño e inusual sombrero, con ala de copa y una gran pluma roja que asomaba por encima. Levaba un paraguas azul y pequeño, que no abrió a pesar de que la lluvia no cesaba. El camarero, un joven que vivía en las nubes y no solía enterarse muy bien de las cosas que pasaban a su alrededor, lo miró con curiosidad y observó su manera de sentarse en la oscura mesa, más alejada de todo el café. Él cliente, hizo su corto pedido al camarero. El camarero le servía su caliente pedido cuando tropezó y cayó al suelo, mojando a una joven y bella mujer.

  4. El cliente llevaba una gabardina de la que no se distinguía muy bien el color, llegué a pensar que se pudo desteñir por la lluvia, y un sombrero que me sugría lo mismo. El hombre poseía un paraguas que no llegó a abrir a pesar de que llovía a cantaros, podía ser porque estaba roto. Yo, un camarero un tanto atolondrado , lo observé con una gran curiosidad y miré como se sentaba lentamente en la mesa que estaba cerca de la ventana , tal vez para contemplar el transcurso de las gotas de agua hacia los charcos; aquel hombre ni siquiera se quitó su gabardina. Me pidió muy educadamente un descafeinado. Se lo estaba llevando cuando de repente me tropecé y me caí al suelo . El cafe salió disparado hacía el vestido de la mujer de verde.

  5. MI VESTIDO
    Un día lluvioso salí a tomarme un café a la cafetería de debajo de mi casa.Me puse mi vestdo favorito verde con lentejuela .Al rato entro un señor alto ,con gabardina y un sombrero a mi parecer un poco siniestro .Algo que me resultó extraño fue que con lo que estaba lloviendo no ubiese abierto su paraguas .Fué el camarero a tomar nota de lo que quería.Al rato trajo el cafe que pidió el hombre , se tropezó y se le callo encima mio.

  6. Sherlockniano:

    -Solamente el atento espectador y pensador que aprendió a reflexionar los porqués de la vida, habría podido percatarse de un pequeño pero interesante suceso.
    Una mañana en una cafetería, un señor de gabardina gris y sombrero expresaba claramente su desacuerdo con algo, ese conjunto era nuevo para él, se podía apreciar su incomodidad. Su paraguas que a pesar de la lluvia que había, estaba completamente seco, eso quería decir que no lo había abierto, lo que nos hace pensar que vive cerca del café y solo a venido por que había quedado con alguien. El camarero aparentemente no con muchas luces lo miraba. El señor no se quito su gabardina, a pesar de estar ya dentro del café. Pidió un descafeinado, lo que nos sugiere que quería tener la mente despejada y lista para pensar, posiblemente su cita tenía que ver con su trabajo, tal vez fuera su jefe. Mientras el camarero traía el café, tropezó con la pata de una mesa, posiblemente no fuera una casualidad, dado que al tirar el café sobre una señora cercana a él proporcionando la perfecta distracción para meter la mano en su bolso y extraer de él la cartera.
    Esto fue exactamente lo que pasó querido Watson.-
    Fueron las palabras de Sherlock nada más volver de la calle.

  7. Vacilante
    El cliente llevaba ¿un gato?, ¿una chaqueta?, ah si, una gabardina, creo que gris… traía un paragüas ¿abierto o cerrado? mojado… El camarero ¿joven o viejo? un tanto atolondrado, lo miró con curiosidad y vió como se sentaba en la mesa más cerca de… ¿la puerta? ¿la ventana? El cliente no se quitó la gabardina. Pidió un ¿café? ¿coca-cola?¿zumo? al camarero. Éste se lo llevaba cuando tropezó y cayó ¿al suelo o encima de una mesa?… ah, ya me acuerdo, el café salió volando y le cayó encima ¿al señor o a la dama? del vestido… ¿azul o verde? que estaba sentada en la barra.

  8. SUBJETIVO

    Yo estoy tan tranquila sentada en la barra de una cafetería cuando entra un señor horriblemente vestido: su atuendo, una gabardina gris rata y un sombrero, está pasado de moda desde hace ni se sabe cuánto tiempo, parece sacado del armario de algún detective de la época victoriana; además, por si eso no fuera poco, está calado aunque porta un paraguas que ha sido tan zopenco de mantener cerrado. El camarero, un joven con pinta de atolondrado, lo mira con la misma cara de sorpresa que debo tener yo mientras él, demostrando sus pocas luces, se sienta en la mesa más cercana a la ventana sin quitarse la gabardina mojada y pide un descafeinado. Al poco tiempo el camarero se dirige hacia su mesa con el café en una bandeja, pero, como si estuviese andando sobre cáscaras de plátano, no consigue mantener el equilibrio, tropieza y cae cuan largo es catapultando el café caliente sobre mi flamante vestido verde que a partir de ahora ya no será flamante sino desastre.

  9. Una dama que estaba sentada en la barra se manchó el vestido con el café descafeinado que le llevaba el camarero joven y atolondrado al cliente que se había sentado en la mesa mas cercana a la ventana y que llevaba un paraguas (el cual no había abierto a pesar de que estaba lloviendo a cántaros) y una gabardina gris y un sombrero.

  10. SUBJETIVO
    Una tarde de lluvia estaba sentada cómodamente en un bar con mi nuevo vestido verde de Dior de la nueva colección de primavera. Sin haberlo querido elegí el bar más desastroso de la ciudad porque cuando estaba relajada pensando en mis quehaceres… entró el señor perfecto para arruinarme el día. Llevaba unas pintas horribles: una larga y gris gabardina que estaba empapada ya que este ingenuo no quiso usar el paraguas que llevaba con desánimo en su mano derecha. Cuando este se sentó, un camarero, que parecía ser aprendiz por su torpe forma de servir, se le acercó para ver qué quería tomar. Al escuchar su petición volvió a la cocina y regresó con su café. Como ya he explicado antes, el camarero no tenía equilibrio alguno y el café se cayó sobre mi vestido nuevo. Ante esta situación me fui muy enojada a lavarlo. Al día siguiente volví al bar a pedir una explicación.

  11. María Vidarte. Estilo subjetivo:
    Acaba de entrar un hombre con una gabardina gris y un sombrero. Viene empapado, pues a pesar de que llueve a cantaros y que tiene un paraguas, lo lleva cerrado, el muy listo. El camarero, que parece un joven algo atolondrado, lo sigue con la mirada, con curiosidad, y ve como se sienta en la mesa más cercana a la ventana. El señor no se quita la gabardina, (cosa extraña, pues está mojada), aunque sí el gorro (que también está mojado) y le pide un descafeinado al camarero. Este lo prepara, y mientras lo lleva, tropieza y cae al suelo junto con la taza y el plato (que se rompen), derramándome el café en el vestido verde que llevaba, dejándolo hecho un desastre (además de que el café quemaba, por cierto). Es una pena, me gustaba mucho. Ya lo intentaré lavar. No debí de haberme sentado en la barra esta mañana.

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